jueves, 25 de febrero de 2010

23-F


Y el coche fúnebre salió de la iglesia con destino al cementerio. Despacio. Siempre despacio. Con las cortinas echadas a un lado. Sobre el ataúd, un ramo de rosas rojas (espero que sepas perdonarnos). Ninguna corona. Tú no querías flores. Siempre lo decías: "Cuando yo me muera, ni se les ocurra ponerme flores. No quiero flores, ni coronas para que se sequen en el cementerio. Prefiero que ese dinero lo donen a cualquier asociación que lo necesite." Siempre tan coherente. Siempre tan moderna. Una persona nacida en un pueblecito, sin ver mundo, casi sin salir de su isla, pero con la sabiduría que sólo pueden darte los años de experiencia. "La intelectual", como te llamaban algunos de mis amigos al conocerte. Tú reías. Te hacía gracia dicho comentario, porque en el fondo eras consciente de que no es muy normal que una persona nacida en La Gomera en 1914 hubiera aprendido a leer y a escribir. Y leías mucho. Y durante los últimos años hacías sopas de letras para ejercitar la mente y que no te diera Alzheimer. Esto era algo que te aterrorizaba. Nunca te dio. Siempre con una sonrisa, aunque tus ojos reflejaran preocupación, siempre con una palabra agradable en la boca. Tremendamente cristiana. Rezabas mucho, por ti y por los que nos habíamos descarriado del buen camino. Y tenías tanta fe que tus sueños se hacían realidad. ¿Recuerdas la vez que te salió un bulto en el brazo? El médico te recomendó que te operaras. Esperando a que te dieran cita, soñaste que un santo (ahora no recuerdo cuál era exactamente) te pasaba la mano por el brazo y te decía que no te preocuparas. Al día siguiente el bulto había desaparecido. Mi madre no daba crédito y el médico, menos. Tremendamente vital. Daba igual la edad que tuvieras. De hecho, nunca te resignaste a ser mayor. Preferías la energía de la juventud. Y cuando alguien insinuaba algo parecido, siempre contestabas entre risas: "Yo no soy vieja, vieja es la ropa". Tan fuerte que, cuando eras joven, tuviste que ser testigo de la muerte de dos de tus hijos que no pudieron vencer a la meningitis. Tan fuerte que saliste de un coma a los 90 años y seguiste como si nada hubiera pasado. Y superaste las arritmias, y las isquemias y los ictus cerebrales y el encharcamiento de los pulmones. Fuiste superándolos, uno a uno, como si se trataran de simples resfriados. Y seguías perfecta, como si jamás te hubiera pasado nada de eso. Una persona que hasta los 90 años jamás tuvo el más mínimo dolor, ni tratamiento médico de ningún tipo. Siempre sorprendiéndonos. De la misma forma que se sorprendería la gente ayer al ver que eras enterrada junto a tus padres y no con tu marido. No se había portado bien contigo y no querías estar junto a él toda la eternidad. Así eras tú. Fuiste una de las personas más buenas y de mejor corazón que he conocido nunca. Te fuiste en silencio, de repente, como de puntillas para no molestarnos. Esa era una de tus preocupaciones, ser una carga para nosotros si llegaba el momento en que no pudieras valerte por ti misma. Tú jamás podrías ser una carga para nadie. No tendría palabras suficientes para agradecer cada segundo que he vivido a tu lado.

Pensaba dejar pasar unos días para poder escribir esto con un poquito de perspectiva, pero por mucho tiempo que pase jamás podré verte desde la distancia porque siempre serás alguien cercano, porque siempre estarás en mi corazón y porque siempre me quedaré corta a la hora de agradecerte todo lo que me has dado y todo lo que me has enseñado durante este tiempo. Ufff... pensaba que no me iba a emocionar, pero voy a parar ya, antes que que esto se agrave.

Te quiero mucho, abuela. Ya lo sabías cuando vivías de todas las veces que te lo he dicho, pero quiero que jamás se te olvide. Ojalá que estés donde siempre has querido. Ojalá que estés en tu cielo, junto a tus padres y a esos dos niños que perdiste. Un beso enorme. Siempre te llevaré en mi corazón.

4 comentarios:

  1. A mí me has emocionado tú.
    Lo siento mucho.

    Un abrazo enorme para ti.

    ResponderEliminar
  2. Emociona tu texto, un placer leerte.
    que tengas un feliz fin de semana.
    un beso.

    ResponderEliminar
  3. Hace mucho tiempo que te leo pero hasta ahora no me había atrevido a escribir nada, me has emocionado con esa despedida a tu abuela pues me he sentido muy identificada con ella; yo crecí con la mía y también me fue doloroso despedirme de ella.
    Pero creo que al igual que yo te sientes muy orgullosa de ella y estoy segura que ellas también los estaban de nosotras y que si están en ese cielo que querían estar, junto a los suyos, seguirán por siempre a nuestro lado, velando por nosotras.
    Un abrazo y ánimo.

    ResponderEliminar
  4. Hola pasaba a saludarte y comentarte que mi poema
    “ES LA DICHA” compite en Antología Literaria, si te gusta agradeceré tu voto, solo hay que marcar el circulo en la columna derecha y pinchar vota.
    aquí te dejo el enlace para ver el poema,
    gracias por tu dedicación.
    que tengas una feliz semana.

    http://antologialiterariaactual.blogspot.com/

    ResponderEliminar