lunes, 22 de febrero de 2010

The end


Se acabó. Después de una semana de fiesta hay que volver a la rutina, a las preocupaciones diarias, a la crisis, al paro, a Haití, a las inundaciones, a la violencia y a todo lo horrible que sucede en este mundo y que, inevitablemente, vuelve a nuestra cabeza como atraído por un imán invisible. Así que, como bien dice Celia Cruz, al mal tiempo, buena cara. Antes que nada, me gustaría hacer un crítica al vídeo sobre los carnavales de Santa Cruz que salió en el programa de Concha García Campoy. Es cierto que esas cosas pasan y más en una fiesta multitudinaria como ésta, que viene gente de todas partes del mundo y que cada noche se pueden ver a cientos de miles de personas por las calles, pero no sólo hay drogas y sexo en los carnavales. Lo que sí recomiendo a los que no hayan estado nunca es que salgan con alguien de aquí, porque hay zonas más peligrosas que otras pero yo, que llevo toda la vida bajando, puedo decir que jamás he visto una bronca, ni me han ofrecido droga, ni nada por el estilo. Para mí, al igual que para mucha gente, ir a los carnavales significa echarte unas risas, bailar hasta que el cuerpo aguante y pasártelo en grande con tus amigos y con la gente que te vas tropezando por las calles, sean conocidos o no. Ahora toca guardar los disfraces, el maquillaje y la purpurina hasta el año que viene. A veces, me cuesta cerrar del todo la puerta a la ilusión, a los buenos momentos y a creer en un mundo perfecto lleno de personas que son felices haciéndote reír. Así que perdónenme, pero voy a dejar una rendija abierta para que siga entrando la luz, el color y la purpurina durante esos momentos grises que se avecinan. Una foto de recuerdo de unos días idílicos y perfectos, en un mundo no tan perfecto ni idílico.

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