miércoles, 23 de diciembre de 2009

Con ese corazón tan cinco estrellas...

Había una vez una muchacha que había salido a cenar con unos amigos para celebrar las fiestas que se aproximaban. Pongamos que se llamaba Isabel. La noche era agradable, no hacía frío, pero soplaba una ligera brisa que anunciaba la inminente llegada del invierno. Después de muchos brindis y de que unos platos siguieran a los otros, decidieron acabar la noche tomándose unas copitas en una zona muy transitada de la ciudad en donde vivían. Imaginemos que la chica en cuestión es médica (a mí también me sigue sonando raro, pero es lo que hay) y supongamos que es neumóloga, por aquello de que es un cuento y tenemos todo el derecho del mundo de inventar lo que queramos. Entonces, también sabremos que Isabel siempre lleva en su coche un cartel, indicando el hospital en donde trabaja. Pues por cuestión del más puro azar, después de dar varias vueltas infructuosas buscando aparcamiento, decidió al fin dejarlo en una zona no muy concurrida y un tanto problemática, ya que es la calle donde se ponen las putas cada noche a esperar que lleguen sus clientes. Una calle solitaria y oscura, con palmeras en el centro separando un carril del otro y las farolas a media luz, como si tuvieran miedo de mostrar los rostros de las chicas que se apoyan en ellas. Ahora imaginemos que una de esas chicas se llama Ana y que al ver llegar el coche, cruza hacia la otra acera mientras se fuma un cigarro y les lanza a sus ocupantes una mirada insinuante. El coche queda vacío y el grupo se dirige hacia el bar más cercano. Brindis, copas, risas, una cosa lleva a la otra, hasta que a las cuatro de la madrugada suena el móvil de Isabel, que se encontraba todavía en el bar. Cuando ve que es su padre, duda en contestar temiendo ya lo peor. ¿Qué pasaría? "Tranquila hija, no pasa nada, estoy en tu coche. Ven y te cuento." La muchacha descompuesta llega hasta donde había aparcado su vehículo y se encuentra con que, sin darse cuenta, se lo había dejado abierto. Ana, que se había percatado de ese detalle y sin conocerla de nada, se pasó toda la noche custodiando dicho coche como si fuera su propia vida. "Mira, mi niña, yo vi el cartel del hospital y supuse que eras médico o enfermera y no me da la gana de que a la gente buena le pasen cosas malas". Había dejado de trabajar para que los chicos que pasaban por allí no lograran robarlo y a todos lo que lo intentaron les decía que era su coche. Al final llamó a la policía, que se puso en contacto con sus padres. Impresionada por tan bello y desinteresado gesto, Isabel, que no sabía cómo agradecérselo, le ofreció dinero, ya que no había podido trabajar en toda la noche, en parte por su culpa. Ana, con una sonrisa le apartó la mano y sólo le dijo: "Lo único que te pido, es que si alguna vez me ves en el hospital, me saludes y no te avergüences de mí". Pues ahora supongamos que no es un cuento. Es una historia real que le pasó a una de mis mejores amigas el fin de semana. A veces, la realidad supera a la ficción. Gracias a gente como Ana el mundo es mucho mejor.


4 comentarios:

  1. Es como un cuento de navidad.
    Me emociona.

    Besos.

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  2. Se me olvidó.
    Felices fiestas.
    El libro de Auster sigue genial.

    Besos.

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  3. Qué precioso!!!, incita a la esperanza a seguir luchando en este mundo.

    Un fuerte fuerte abrazo, amiga y felicidades.

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  4. En Santa Cruz de Tenerife vive la mujer más bella de la tierra.
    Felicidades!

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