martes, 1 de junio de 2010

Nacer mujer en China


Una mañana temprana de la primavera de 1989, yo atravesaba las calles de Nanjing montada en mi bicicleta Flying Pigeon, soñando despierta con mi hijo PanPan. Los brotes verdes de los árboles, las nubes de aliento escarchado que envolvían a los demás ciclistas, los pañuelos de seda de las mujeres ondeando al viento primaveral, todo ello se fundía con los pensamientos dedicados a mi hijo. Lo estaba criando sola, sin la ayuda de un hombre, y no resultaba nada fácil cuidar de él siendo una madre trabajadora. Sin embargo, no importa el viaje que emprendiera, fuera éste largo o corto, aun durante los rápidos paseos al trabajo, él siempre me acompañaba en el alma y me daba ánimos para seguir adelante.

-¡Eh, pez gordo de la radio, mira por dónde vas!- me gritó un colega cuando entré dando tumbos al recinto de la emisora de radio y televisión en la que trabajaba.

Había dos agentes de policía apostados en la verja. Les mostré mi pase. Una vez dentro, tendría que enfrentarme a otros guardias de seguridad en las entradas de las oficinas y los estudios. La seguridad de la emisora era extremadamente estricta y los empleados recelábamos de los guardias. Circulaba una historia acerca de uno nuevo que se había quedado dormido estando de guardia por la noche y que se puso tan nervioso que mató al compañero que lo había despertado.

Mi oficina se encontraba en la planta dieciséis del imponente edificio moderno de veintiún pisos. Yo prefería subir por las escaleras en lugar de arriesgarme a coger el poco fiable ascensor, que solía estropearse con frecuencia. Cuando llegué a mi mesa, descubrí que me había dejado la llave de la bicicleta en la cerradura. Un colega se apiadó de mí y se ofreció a llamar al guardia de la verja. La cosa no era tan fácil como puede parecer, pues ningún empleado subalterno disponía de un teléfono, y mi colega tendría que acercarse a la oficina del jefe de sección para hacer la llamada. Al final, no obstante, alguien me trajo la llave y el correo. Enseguida me llamó la atención una carta: el sobre estaba hecho con la tapa de un libro y llevaba pegada una pluma de pollo. Según la tradición china, una pluma de pollo es una señal urgente de aflicción.

El remitente de la carta era un joven que la había enviado desde una aldea a unos doscientos kilómetros de Nanjing. La carta decía así:


Muy estimada Xinran:

Escucho todos tus programas. De hecho, todos los habitantes de mi aldea disfrutan escuchándolos. Pero el motivo de mi carta no es contarte lo buenos que son tus programas; te escribo para contarte un secreto.

No es realmente un secreto, porque todo el mundo en la aldea lo sabe. En la aldea hay un anciano lisiado de sesenta años que recientemente compró una joven esposa. La muchacha parece muy joven. Creo que la han secuestrado. Ocurre con cierta frecuencia por aquí, pero muchas de las chicas suelen escaparse más tarde. El anciano teme que su esposa se escape y la tiene atada con una gruesa cadena de hierro. Su cintura está en carne viva por el roce con la pesada cadena: la sangre se ha filtrado a través de sus ropas. Creo que eso la matará. Por favor, sálvala.

Hagas lo que hagas, no menciones mi carta en la radio. Si los aldeanos lo descubren, expulsarán a mi familia.

Espero que tu programa sea cada vez mejor.

Tu leal oyente,
ZHANG XIAOSHUAN


XINRAN XUE.

5 comentarios:

  1. Desde luego e terrible y casi impensable que estas cosas continúen ocurriendo en pleno siglo veintiuno, pero así es China. Un gigante industrial que cada vez va más deprisa y donde la justicia - en especial para las mujeres - deja mucho que desear por no decir que está a una altura infame.
    Excelente post y sin duda el libro merece la pena. voy a buscarlo.
    Un abrazo.

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  2. Para estos dias de casi invierno, de casi lluvia, de casi vida. Estas palabras refrescan ideales más valiosos, te agradezco la oportunidad de conocer el libro.

    Un fuerte abrazo

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  3. Joder, que fuerte.
    No puedo creer que eso aún pase.
    Que mundo...

    Besos.

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  4. Interesante la informacion, desde luego es realmente triste lo que esta pasando y mas a estas alturas de la vida, me pregunto para
    que estan las Naciones Unidas, etc..
    feliz semana.

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  5. Una historia, dura y desgarradora. Está claro qeu hay gente, mucha gente, que lo pasa mal... muy mal. Ojala ese pobre chica pudiera salvarse de las garras de ese demonio que la acechaba y retenia, que le robaba la vida y soplaba para apagar la vela de su libertad. Ojala.
    Un saludo y unplacer haber caido por aquí.

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